Bienvenidos y bienvenidas

Estimadas y estimados colegas :



Les escribo estas breves palabras para desearles que estén muy bien, tanto en el trabajo como en sus vidas privadas. He sentido la necesidad de comunicarme con ustedes y manifestarles que para mi siempre es un agrado trabajar con los grupos que se conforman en las acciones que emprendemos como Sociedad Educacional DEPUNET Limitada. Les recomiendo dar un doble clic sobre el icono de DEPUNET y tendrán más información sobre la consultora, como también sobre la foto del Profesor.



Conozco la cantidad de trabajo que tenemos todos en estas tareas educacionales, pero si repartimos las responsabilidades y las actividades el esfuerzo será menor para cada uno de nosotros. Creo que una forma adecuada es ir avanzando paso a paso y verán ustedes que llegaremos a nuestro producto final (un PDEI para cada establecimiento) sin darnos cuenta. Las fechas pueden ser más flexibles y lo importante que el año escolar 2010 y siguientes nos encuentre con un trabajo bien realizado, en función de ofrecer una mejor calidad educativa en nuestros establecimientos educacionales, a nuestros alumnos/as y sus familias. Por eso he prepardo este blog para comunicarles y comunicarnos de manera permanente. Nuesto correo electrónico sigue siendo depunet@gmail.com y es una muy buena opción de comunicación a distancia.

Por todo esto, reciban de mi parte y nuestro equipo un saludo cordial en la esperanza de poder realizar un trabajo educativo interesante para todos.

Bienvenidos y bienvenidas a este esfuerzo de comunicación pedagógica a distancia.



Gabriel de Pujadas H.

martes, 29 de septiembre de 2009

INTRODUCCIÓN AL DISEÑO DE UN PDEI

Este es un texto que está concebido como un elemento de trabajo para el curso que estamos ofreciendo en esta oportunidad con el fin de que los profesores reflexionen sobre los importantes desafíos que implica elaborar un “Proyecto de Desarrollo Educativo Institucional” (de ahora en adelante un PDEI), sus contenidos y si ello es posible, los pongan en práctica en cada uno de sus establecimientos educacionales, ya sean escuelas, liceos o instituciones educacionales de muy distinto tipo.

Por lo mismo, no es un texto de recetas para elaborar un PDEI como existen algunos en el ámbito educacional. Existen otros, mas directivos y simplificados, que así lo pretenden. Nosotros, por el contrario, queremos reactivar la práctica de leer y reflexionar sobre pensamientos educacionales y pedagógicos. En este sentido creemos que una buena reflexión teórica es la mejor herramienta operativa que cada profesor o profesora puede tener para orientar sus objetivos educacionales, ya sea en el nivel de la acción pedagógica o en el nivel de la gestión educacional

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TEXTOS DE APORTE REFLEXIVO



Los cambios del hombre: Polvo al polvo y agua al agua, del Dr. Dino G. Salinas

Oct. 16 , 2009 (Diario La Tercera)

Además de interesante, concebir el futuro de la especie humana nos obliga a dirigir nuestra atención a las fuerzas del cambio. Aunque no podamos intervenir para controlar dichos cambios, la comprensión de tales fuerzas genera aceptación y consuelo por lo inevitable. Distingo tres escalas temporales de este cambio permanente. De menor a mayor escala: la vida del hombre, la evolución de la civilización y la evolución biológica.

La vida del hombre, para algunos, comienza con la fecundación. A partir de entonces hay un avance sostenido hacia la cúspide del desarrollo. Después sobreviene el envejecimiento, el que también es un proceso determinado genéticamente, culminando con la muerte.

La concepción programada del envejecimiento, como una partitura cuya interpretación es una secuencia de etapas metabólicas degenerativas que nos llevan finalmente a la muerte, se desarrolló en las últimas décadas. Se ha estudiado el caso de unos tomates que nunca maduraban, a pesar de estar en su mata, descubriéndose que se habían imposibilitado cambios genéticos que eran responsables de la maduración o envejecimiento del fruto. A partir de estudios de este tipo se ha avanzado mucho y se acepta la idea de que el envejecimiento se debe en parte a señales moleculares debidas a la expresión génica, operando como un reloj que comanda un proceso continuo de autodestrucción, con un inicio sutil. Esta visión es compatible con la que establece que el envejecimiento se ve favorecido con los cambios ambientales, como la falta de antioxidantes y un exceso de ingesta calórica, ambos productos de una mala alimentación.

Estamos tan bien adaptados que, en condiciones normales, la posibilidad de una muerte en la ancianidad no suele deprimirnos de jóvenes, permitiendo que cumplamos con nuestras labores diarias, persiguiendo con entusiasmo objetivos que aseguren un futuro esplendoroso. Sin embargo, a veces es importante ser conscientes de nuestra finitud mundana, aunque sólo sea para cumplir con algunos de los proyectos más apremiantes.

Las unidades de medición que usamos a diario son tan pequeñas comparadas con una vida humana que resultan poco útiles para concebir nuestra propia mortalidad. Hablamos de horas, días y años. Considerando que para el año 2020, se estima una esperanza de vida al nacer de 80 años, habría que emplear unidades más grandes y que hayan sido vivenciadas por el mismo mortal, para que se perciban como realizables.

Hace años descubrí que a un adolescente se le puede hablar en unidades de mundiales de fútbol para impresionarlo y hacer que aproveche su tiempo. Si cursa primero medio y está atento por esos días a un mundial, con naturalidad se le dice que para el próximo mundial él debería estar ya en la universidad. La universidad está lejana en su mente, pero el próximo mundial es tan inminente como lo era el de ahora hace unos años. “Si los mundiales pasan tan rápido, la universidad llegará de la misma forma”, pensará. Da resultado, créanme. La cronoconsciencia se nota en su semblante.

Para hablar del tiempo que nos separa de la muerte tengo una unidad mucho más macabra: “La vida de un perro”. La mayoría hemos criado a un perro durante todo su ciclo de vida. Tendemos a considerar su vida muy corta en relación a la nuestra, aunque no lo suficientemente corta como para considerar a la sucesión de nuestras mascotas como granos de un reloj de arena. Decirle a un adulto joven que, cuando mucho, le quedan sólo el equivalente a dos o tres vidas de un perro, hará que piense más seriamente en su plan de jubilación, eso si no quiere ir más allá con su imaginación. ¿Cuántos perros alcanzaré a criar en sucesión hasta el día fatal? Obvio, depende del perro, pero el resultado está ineludiblemente acotado.

A menudo estos temas se ignoran y se refuerzan con una visión homocéntrica del mundo, todo sea para concretar ese anhelo de privilegio y eternidad. La verdad, como humanos, quisiéramos singularidad frente a cualquier otra especie animal o forma de vida, e incluso los elementos que nos constituyen. Esto origina algunas falacias, a las que denomino falacias homocéntricas.

Falacia homocéntrica 1: Polvo eres y en polvo serás tornado.

Nuestro homocentrismo tiene rasgos puramente narcisistas. Basados en la termodinámica, sabemos que somos sistemas disipativos en los que, al final, el gasto energético que nos aleja del desorden perderá la batalla, quedando nosotros dispersos, distribuidos según 30 % de cenizas y 70 % de agua; efecto a corto plazo comparado con otros de escala cósmica en los que ni siquiera tendría sentido decir agua. Sin embargo, deseamos que se nos recuerde según el porcentaje menor de cenizas, ignorando al agua, tal vez porque la consideramos demasiado simple y disponible. Desechamos el 70 % de nuestra masa y atesoramos en un ánfora el 30 % restante. Qué poético sería si, al momento de esparcir nuestras cenizas, nuestros amigos bebieran un vaso de nuestra agua. “Polvo al polvo y agua al agua… Salud!!” Así debería decirse en ese instante, mientras que las cenizas se esparzan al viento.

Falacia homocéntrica 2: Los gametos tienen como propósito nuestra reproducción.

La biología no reconoce intensiones aun cuando sí encuentra funciones. Los procesos no ocurren “para”, sino “porque”. Bien podemos considerarnos a nosotros mismos como gametos de nuestros gametos. Es decir, óvulos y espermios se reproducen “valiéndose” de nosotros, de nuestras vidas con todas nuestras experiencias, penas, alegrías e ilusiones. Desde esa perspectiva, somos parte de un ciclo reproductivo que favorece a células germinales manipuladoras.

La segunda escala temporal, incluye la evolución cultural de la información, (“memética”) y la evolución tecnológica, considerando la relación hombre-máquina. Abarca, como máximo, el fin de las civilizaciones, con todo el desencaje tecnológico que impediría que una civilización posterior interprete los datos de una civilización anterior. Lo resumo en este cuento (“La ciudad perdida”, enviado infructuosamente en una ocasión al concurso Santiago en 100 Palabras ):

“Los arqueólogos dijeron que se trata de una ciudad enterrada. Por la enorme cantidad de vehículos, acostumbraban vivir lejos de su lugar de trabajo. Confirmaron la existencia de maestros místicos que vivían de lo que encontraban en la basura. También se hallaron unos discos… No hay forma de leerlos. Lo único que sabemos de su cultura son algunas portadas de diarios de “farándula”. En la zona al oriente de la estatua de un general y su caballo, junto a algunos esqueletos, yacían bolsitas de silicona… parece que eran objetos de culto con los que enterraban a sus muertos…”

Suponer que una civilización en su máximo esplendor implica la superioridad sobre las demás especies es otra falacia homocéntrica, ahora correspondiente a esta segunda escala temporal.

Falacia homocéntrica 3: Somos la especie más exitosa.

Es cierto que somos la especie mejor adaptada. Podemos estar en ambientes extremos y eso es fruto de la tecnología que nos provee de refugio, trajes presurizados y control térmico. Sin embargo, si consideramos a la especie más exitosa como aquella que logra una reproducción más numerosa, ya hay quienes han sugerido que el trigo es más exitoso que el hombre, por cuanto nos utiliza, valiéndose de toda una civilización nuestra abocada a su cultivo. La humanidad completa es sostenedora del grano de trigo.

El tercer nivel de escala temporal de cambio del hombre, la evolución biológica futura, no la discutiré aquí. Se ha determinado que la evolución del hombre, en los últimos diez mil años, ha sido hasta 100 veces más rápida que en todo el resto del período de existencia de la especie. Después de ver las evidencias, opino que esta evolución tardía está plagada de anecdotillas de cambios genéticos ocasionados por cambios en hábitos alimentarios, condiciones de vida o hitos epidemiológicos, pero que, para que dicho enfoque tenga relevancia, ha de centrarse en la evolución de la inteligencia y la consciencia. Ambos conceptos no están lo suficientemente bien definido.

La inteligencia, además de mal definida y mal estimada cuantitativamente, es dependiente de tal cantidad de genes y factores ambientales conjugados que creo que es crucial establecer previamente estos aspectos, como una forma de cimentar el estudio de la deriva evolutiva actual del hombre (para asistir a un descuartizamiento del concepto de “coeficiente intelectual”, leer al biólogo Stephen Jay Gould, en su libro “La falsa medida del hombre”).

Afortunadamente, la concepción espiritual del ser humano requiere que consideramos que el todo es más que la suma de las partes. Pueden elegir estar o no de acuerdo conmigo en un pensamiento ocioso típico: “¿Si cada átomo de mi cuerpo lo cambiasen por otro equivalente, tomado del ambiente? Seguiría siendo yo...!! Por lo tanto, sólo soy una representación geométrica interna... y mi esencia es la topología...!! ” A partir de esa topología, algunos podrán constatar sus creencias.

Sin embargo, esta concepción todavía es pobre e incompleta. Rememorando una idea de Richard Feynman (el Maestro, Nobel de física que inspira aún a generaciones…): Si imaginamos al mundo como parecido a una gran partida de ajedrez que juegan los dioses, al cabo de un tiempo, observando, podemos entender las reglas del ajedrez, pero es difícil entender el por qué de cada movimiento. Así, debido a nuestra limitada mente, podemos considerar tan sólo a lo primero, lo más básico, como la comprensión de la naturaleza, lo segundo permanecerá como un misterio.

Por lo mismo, espero que se entienda cómo es que el sentido de lo trascendente no se afecta por el propio desparpajo en el reconocimiento de las falacias homocéntricas anteriores. Ciencia y espiritualidad son absolutamente compatibles. Sobretodo porque para amar no es necesario comprenderlo todo.

Voy más allá: No hay amor más fuerte que el de quien es capaz de dar su vida por el prójimo, aún sin saber si hay vida eterna.